viernes, 27 de mayo de 2016

Cooperar o competir, esa es la cuestión.

Imagina que estás haciendo una actividad que te gusta mucho. Cuando la realizas, en tu cerebro se activa un mecanismo de motivación y gratificación que libera dopamina (sustancia asociada con el sistema del placer), y te refuerza a fin de que realices esa actividad con más frecuencia.

Ahora imagina a un grupo de personas a las que se les presenta un dilema (dilema del prisionero) ante el que deben tomar libremente la decisión de cooperar entre ellas o competir. Gracias a la neurociencia, se ha descubierto que solo aquellas personas que deciden cooperar, presentan en el cerebro la activación del mismo mecanismo de refuerzo de dopamina descrito anteriormente, lo que indica un reforzamiento de estos comportamientos cooperativos, para que se mantengan en el tiempo. ¿Cómo podemos interpretar estos resultados? ¿Estamos biológicamente más predispuestos a cooperar entre nosotros? Debemos tomar los resultados con cautela, pero reflexionar sobre este asunto.

En la tradición filosófica hay una cuestión clave que abre dos enfoques diferentes: el primero defiende el egoísmo innato del ser humano, el hombre un lobo para el hombre. El segundo mantiene que  el hombre es bueno por naturaleza. Aún sin resolver, nos plantea una reflexión que quizás merece la pena que hagamos.


En la actualidad vivimos en un mundo repleto de contradicciones. En nuestro paso por el sistema educativo, los estudiantes podemos observarlas de primera mano. En las etapas infantiles más tempranas se nos enseña a compartir, a jugar con los demás, a no ser egoístas… En cambio, conforme avanzan los niveles, pasamos a sentarnos en mesas individuales y se nos transmite el mensaje de que debemos esforzarnos por ser los primeros, tanto en clase como en el recreo. Las etapas superiores son una continuidad de estos valores pero de forma más intensa, hasta llegar al mercado laboral, una suerte de campo de batalla donde defender tus capacidades para no quedar fuera del mismo. 

Para perpetuar esta situación, en 2013 se aprobó en nuestro país la nueva ley de educación (LOMCE), que apuesta decididamente por la competitividad y que despertó el rechazo de gran parte de la comunidad educativa, hasta que ha sido recientemente paralizada en el congreso.

Además, si eres mujer habrás comprobado que la competitividad es mayor para ti. Actualmente, a las mujeres se nos exige más, y somos menos las que accedemos a puestos de responsabilidad, como consecuencia de una sociedad que nos relega a un segundo plano en la mayoría de sus ámbitos. Esto ha conducido, en muchas ocasiones, a un exceso de competencia entre nosotras. Sororidad entre mujeres, compañera. 

Después de todo, ¿Es el hombre un ser social por naturaleza? ¿Deberíamos replantearnos si es la interacción con la cultura en las sociedades individualistas actuales lo que nos vuelve más egoístas? ¿Se beneficia el sistema económico actual de crear seres humanos altamente competitivos entre ellos? Sea como fuere, está de tu mano el segregar o no más dopamina en tu cerebro, y recuerda, existen problemáticas en nuestro planeta, como el avance hacia un sociedad sin desigualdades, que requieren de la cooperación y la concienciación de toda la ciudadanía.

Fuente: Rilling et al. (2002): “A neural basis for social cooperation”. Neuron, 35.

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